¿Cuánto tiempo tardas en pintar un retrato? ¿En hacer un boceto? ¿Y en tejer un amigurumi? ¿Y un jersey?
Estas son preguntas habituales, lo eran incluso más en la época en que tejía el público. Las respuestas las tengo claras, el amigurumi, o el ganchillo en general, es un gran «depende» porque si entro demasiado en automático (más rápido) cometo errores. El dibujo os lo digo sin pestañear, hora y media conseguir que un boceto de retrato se parezca al modelo. 5 horas en total para retratos sombreados a grafito. Más de 15 horas los retratos completos a lápices de colores. 5 o 6 horas si la base de todo el color es a rotulador, este es mi último descubrimiento. Contabilizar en horas los proyectos artísticos es habitual si uno se dedica a ello, igual que un corrector sabe cuántas matrices corrige por minuto y un traductor cuántas palabras por hora. No es mi caso, aunque haya vendido alguna cosa aquí y allá, y, por lo tanto, no debería tener ni idea. Debería meterme en el arte o la artesanía sin mirar un reloj y no saber lo que tardo. Y, sin embargo, lo sé.
De forma intuitiva me he ido quitando de esa mala costumbre, sobre todo al darme cuenta de que casi siempre tardaba lo mismo y era una pérdida de atención el mirar el móvil cada vez que hacía una pausa. Pero si no hubiera sido un cambio natural lo estaría haciendo ahora mismo por convicción. No por quitarme el móvil de al lado, que los podcasts son mi compañía creativa, sino porque creo que —salvo que tengas a alguien que te va a pagar— es hacerle el juego a la proliferación de creadores de contenido y a los consumidores de scroll infinito. La siguiente fase en lo de tener algo cuantificado en horas es saber cuándo podrás postearlo y saber cada cuánto podrás postear. Nos pasa a todos. Ves que estás a punto de terminar algo, miras si queda algo de luz solar decente para poder hacerle la foto y subirlo a redes lo antes posible. El mundo no sabe que has terminado algo y, por lo tanto, no pasa nada si lo subes mañana, o la próxima semana. Pero tú «necesitas» subirlo ya.
La cara B de elegir técnicas rápidas es la capacidad de producir más obras y, por lo tanto, subir más posts a Instagram. Algo que la app agradece, porque el posteo errático es penalizado por algoritmos y consumidores de contenido. Alguien que no te iba a comprar nada nunca y que no interactúa contigo te deja de seguir porque no le das algo que consumir cada varios días. Le hace a una desear haber nacido en un mundo preinternet en el que elegías técnicas largas (todos los grandes artistas usan óleo, por supuesto, tú también) y te podías encerrar meses a pintar y nadie te penalizaba por ello. Ahora entras a la lupita y te salen reels de I’m an artist, I posted everyday for a month and this is what I found1. Me salen constantemente, no os hacéis a la idea. Se critica a los creadores de contenido que muchos no crean nada y se espera que los artistas sean los que cubran esto, como si esperar que un artista, además de crear arte, cree contenido constante y sea un gurú de las redes sea lo ideal.
Muchos han entrado en la rueda, yo no tanto por ser alguien con poco tiempo —y creo que, en parte, eso me ha salvado—, y han llenado las redes de bocetos, procesos, republicaciones de cosas antiguas, dibujitos semanales, ¡diarios! y cualquier otra cosa que les mantenga en la cresta de la ola. Es terrible. Aunque, como sucedió con lo de mostrar la cara, cada vez veo más voces discordantes y me tranquiliza un poco. El artista, por regla general, siempre ha sido un outsider, que tantos y tantos estén engrasando y alimentando la maquinaria va en contra del propio espíritu del arte, sobre todo del pictórico y textil.
Hay otra cuestión con todo esto del arte (y artesanía) inmediato que me crispa y es que hace que perdamos el perfeccionismo. Sé que ser perfeccionista tiene una mala reputación en la actualidad, pero es la base del aprendizaje de un artesano, siempre se quiere ser mejor, manejar esa técnica que es más difícil, ser capaz de hacer esto y lo otro con cada nuevo cuadro. Pero la perfección lleva horas y ese cómputo se te dispara y tienes menos material para subir a redes. Y volvemos otra vez a priorizar el alimento para la maquinaria que el alimento para el propio alma. Pierdes el tiempo si paras, ves un error y lo arreglas, si te das cuenta de que llevas unas cuantas vueltas haciéndolo mal y las deshaces, aunque sabes que nadie lo iba a notar. En la pantalla del móvil no se ven tan bien los errores y remiendos. Otra vez, y menos mal, hay voces discordantes que muestran en pequeños vídeos el tiempo que tarda de verdad en hacerse algo. El mundo no va a este ritmo:
Sino más bien a este:
Una vez más, puedo ser crítica con todo esto porque las facturas las pago de otra manera, pero una no puede evitar sentirse mal por todos aquellos que deben montar un one man show solo porque colectivamente se ha decidido que un acuarelista o un especialista en modelado 3D deba ser también un mono de feria o un mago del entretenimiento. Como yo también me he obsesionado con la frecuencia y el alcance y he salido de ello, ahora puedo tomar decisiones más pausadas y racionales. Tengo una pequeña intuición a la que he pensado alguna vez dedicarle un texto y no me atrevo porque es hacer adivinación y bruja no soy. Creo que, salvo que haya algún cambio inesperado en los próximos años, se va a revalorar el arte tradicional y las grandes fortunas invertirán más en arte humano, porque será un marcador de estatus frente a una IA barata o asequible. ¿Demasiado idealismo? Quizá, pero que hayamos vuelto a los vinilos, los CDs, a leer libros sobre la atención, a llenar teatros y museos tras una pandemia y muchas otras experiencias tangibles hace que me sienta positiva sobre todo esto. El lado malo es, que otra vez el artista normalito va a tener que vivir de otra cosa. A mí, por suerte, me gusta mi otra profesión, pero se vienen tiempos duros para algunos. Quizá me equivoque, quien sabe.
No soy nada fan de los propósitos de año nuevo, pero precisamente enero me ha traído algunos cambios en la vida que hacen que tenga que ser mucho más cuidadosa con la forma en que invierto mi tiempo. Porque voy a tener poco. Así que he decidido algo que puede parecer contraintuitivo: voy a postear más. Hacer con lo pictórico y textil lo mismo que hice cuando decidí crear esta newsletter, es decir, un ejercicio de constancia. Cuando, como decía, te has salido del estrés algorítmico y puedes verlo con cabeza fría, puedes ver algunas ventajas a todo esto. Si eres artesano y, en tu tiempo libre, no te estás dedicando a ello, muchas veces no es por falta de ganas, sino porque estás llenando ese tiempo en moverte entre las 5 apps del móvil, viendo una serie que en realidad no te está gustando tanto o leyendo un libro que detestas porque te han metido en la cabeza que los libros no se abandonan.
El cuerpo tiende a permanecer en reposo y tu cerebro encontrará mil excusas para que no saques los lápices o la aguja. Así que me he hecho un calendario mental bisemanal de postear algo, que me sirva como acicate para no abandonar la artesanía porque «no tengo tiempo». Es muy habitual escuchar en boca de otros, mientras elogian lo que haces, decir que ellos no podrían porque no tienen tiempo para ello. Algunos lo dirán con mucha razón —por ejemplo, los que cuidan de otros, hijos, padres o personas dependientes— pero no pocos lo dicen mientras continúan en ese scroll infinito. No quiero que me pase, sobre todo porque la primera mitad del año va a ser intensa. Ese calendario mental viene bien para otra cosa, la inmediatez. Si sabes que esta semana no te toca subir nada, se elimina esa ansia de subir lo que has terminado ya. Te permite dejar reposar la obra, volver a mirarla al día siguiente, ver si cambiarías o añadirías algo y no apresurarte para terminarla. Por lo pronto ese cometido lo cumple, el último retrato llevaba terminado una semana para cuando lo visteis en Instagram ¿Y sabéis qué? No ha pasado nada.
«Soy un artista, postee cada día durante un mes y esto es lo que he averiguado».
Gracias Lara por este artículo. Por ese recordatorio de que, realmente, los que decidimos y diseñamos nuestra vida somos nosotros. Hay tiempo (aunque sea poco) si decidimos que lo haya.
Hace dos años que comencé a agendar mis 'citas con el artista', bloqueo ese tiempo en mi calendario una vez a la semana, en mi caso, para pintar. La escritura la tengo más integrada en el día a día. Esas 'citas' me dejan respirar...
Gracias de nuevo❤️
Una revelación leer tu artículo en un momento en el que yo también me encontraba inmersa en la reflexión sobre la cuestión de tiempo y sobre la necesidad de no parar de repetir ciertos actos ante la falta de éste. Gracias por compartir tanta belleza en el texto !! 🤍🌿