"Cuando te dicen que debes enseñar tu cara en Instagram para conseguir engagement". Es el texto que acompaña a un vídeo que vi hace unos días, la imagen aporta más contenido: una chica bastante guapa hace una mueca de fastidio. No es la primera vez que leo una frase similar. Como ya he contado por aquí, en esta red social intento seguir en su mayoría a personas que hacen cosas, artesanos y artistas. Cuando surge algún cambio en el algoritmo son estas cuentas las primeras en percibirlo, analizarlo y explicarlo a sus seguidores. Que los vídeos posicionan mejor que las imágenes se sabe desde hace mucho, lo siguiente fue dar más prioridad a aquellos en los que aparece el creador que en otros en los que, por ejemplo, se enseña una técnica de ganchillo.
Esto hace que surjan varios problemas, uno muy reconocido por ellos. Tener que subir reels implica una dedicación y creatividad que no siempre se tienen. Uno puede ser un fantástico escultor y no tener ni idea de grabar vídeo o de qué tipo de lenguaje se utiliza en este medio. A veces sale bien, muchas otras acaban en vídeos que dan vergüenza ajena. Muchos intentaban sortear esto subiendo vídeos de algún proyecto en proceso o, incluso, en un acto de rebeldía, convirtiendo una foto del proyecto acabado a formato vídeo. Esto es, en parte, lo que Instagram pretende penalizar al dar prioridad a los vídeos "con cara".
El otro problema se ve cuando llevas unos meses "consumiendo" estos vídeos casi sin quererlo. Si hago caso a Instagram, los artesanos son 90% mujeres y dentro de estas el 95% son guapísimas. Hemos erradicado al artista de aspecto cuestionable y atormentado. ¡Celebremos! Todo esto añade un matiz al viejo dilema en el mundo del arte, a la pregunta de si hay que separar al artista de su obra ahora añadimos si hay que separar a la obra de la cara del artista. No creo que todo eso sea sólo culpa del algoritmo, el ser humano es muy dado a la pareidolia, la comparación, el cotilleo y el saber quién está detrás de esos bordados de flores tan cuquis debe ser algo que muchos desean.
Antes de todo esto ya teníamos cuentas de artistas que mostraban su cara. Eran aún más llamativas, aún más guapísimas si cabe, y supongo que subían sus fotos en medio de retratos y vestidos artesanales por la simple razón de que podían. Todo legítimo, pero eran una minoría, la inmensa mayoría de artistas en Instagram no mostraban su cara. Esta red es una herencia común de Flickr y DevianArt (incluso aunque por ahí aún haya algo de vida), donde lo natural era tener una imagen de perfil de alguna creación y no existía el espacio para selfies, salvo en el caso de fotografía artística. Así que los códigos durante un tiempo fueron similares.
Y antes de que alguien lo plantee, no creo que lo que había pre-redes fuera mejor en general. DevianArt era el lugar donde los adolescentes que creíamos saber dibujar manga nos conocíamos los unos a los otros, pero casi nadie fuera de ese mundo nos veía. Instagram ha conseguido visibilidad y que muchos hayan podido vivir de lo que crean sus manos. Pero una no deja de preguntarse por la necesidad de todo esto, por el inevitable premio a la belleza del humano en detrimento, muchas veces, de la belleza del arte. Una no deja de preguntarse cuántas obras maravillosas se está perdiendo porque las cuentas de aquellos que no quieren enseñarse a sí mismos no consiguen alcance.
Existen los artistas feos, los artistas que podrían considerarse guapos pero de una forma no normativa, los artistas que van en contra de ese algoritmo o los artistas que por alguna razón no puedan mostrar demasiado quiénes son en Internet. Yo me incluyo en estas dos últimas categorías y, tanto en redes como aquí, cuido y filtro minuciosamente la información personal que doy. Y en parte me lo puedo permitir porque no vivo de nada de lo que subo a Internet. Si esta newsletter la leen 140 suscriptores o si una foto de un amigurumi en Instagram o Twitter alcanza sólo a 300 o 400 personas está bien. Pero la penalización al que pretende ganarse la vida con su técnica y creatividad es la que me preocupa. Hace tiempo decidí que no iba a usar hashtags en Instagram y que esa galería sería más para mí que para otros, porque el tiempo que dedicaba a seguir el alcance de cada post sólo minutos después de subirlo era agotador. Me imagino lo que todo este mundo de algoritmos y seguidores puede hacer en algunas cabezas.
Dicho todo esto, hay cierta información que puede ser relevante, claro, especialmente si esa información afecta a cómo se muestra el contenido, cómo lo vendes si lo haces o a cambios puntuales en tu cuenta, pero sigue siendo difícil entender que para mostrar muñequitos de amigurumi, acuarelas o retratos en lienzo necesitemos un vídeo con la cara, los gestos y la voz de la artista. Todo esto va, de hecho, en contra de lo que está sucediendo en la vida real donde cada vez más te piden un CV ciego. O, si tu CV llega a una empresa a través de una agencia de talentos (algo habitual en mi sector) esta se encarga de anonimizarlo de cara a la empresa.
La disonancia entre redes y “vida real” siempre se hace patente y, como pasa también siempre que hablo sobre redes, la respuesta no la tengo. Por lo pronto la actuación pasa por seguir al algoritmo, no hacerlo y tener mucha paciencia (y bajas expectativas) o volver a los sitios en los que uno es consciente de qué es lo que busca el público, un público cualificado y objetivo. Un público al que le de igual si eres un señor de mediana edad de Wisconsin o si tienes el pelo negro. La democracia, por lo pronto y todavía, sigue siendo para otros.
pufff . . las redes sociales funcionan para quienes quieren entrar en el juego . . para los artistas prolíficos . . para los que les divierte generar el contenido necesario para llegar a más personas . . para los que tienen más tiempo
yo hace años publicaba mis dibujos con hashtags y recibía un chorreo de likes de cuentas que no me seguían . . ahora ni uno sólo . . el algoritmo premia otras cosas y yo prefiero pasar . . aunque frustra, sinceramente
por eso he decidido mover mi obra por salas de exposiciones, porque instagram no me está funcionando para enseñar mi arte . . tiene unas exigencias incompatibles con lo que hago (imposible hacer una publicación diaria, ni siquiera semanal...), que requiere bastante tiempo
ya me he hecho a la idea y no voy a seguir dándome golpes contra la misma pared...