Un martes cualquiera (58): Personalidad, técnica y un pincel
O cómo ayudar a un artista perdido
¿Qué dice de un artista no el estilo que desarrolla sino la técnica específica que utiliza? Me vino esta pregunta esta semana, mientras compraba por impulsividad un set de rotuladores color piel para intentar sortear algo que me sale mal cuando pinto. Hay siempre, en cada época, una técnica que prevalece sobre las demás o que deja más poso, más allá del estilo de moda. Así como tenemos en mente que los antiguos, los que llenan los museos, usaban el óleo, creo que vivimos desde hace varios años en la época de la acuarela. Las diferencias en técnica pueden explicar bastante del mundo en que se vive, pintar en óleo requiere de espacio, ventilación, tiempo y dinero. Entrad en cualquier piso céntrico de ciudad mediana o grande y entenderéis que vamos escasos de todo esto. La acuarela, sin embargo, es agradecida en ese sentido, para pintar en casa o pintar en cualquier otra parte y, dejando a un lado a su vertiente más compleja y detallada, es «sencilla» de aprender. Esto es, si tu forma de ser te permite trabajar con ella.
No es algo de lo que se hable mucho, de las preferencias en la técnica, de cómo nuestra personalidad, nuestro nivel de paciencia o nuestro estilo de vida nos llevan a elegir una u otra. Quitando esto último por razones obvias y teniendo en cuenta entrevistas o comentarios que he escuchado a algunos artistas, me pregunto cómo es que no surge más a menudo esa curiosidad por saber no porqué una persona pinta los motivos qué pinta o porqué es más o menos realista, sino porqué usa el tipo de pintura que usa. Sí he visto estas preguntas cuando entramos en el terreno del abstracto o la performance, como cuando a Marina Abramović le preguntan por qué hace lo que hace, sabiendo que antes era pintora. La respuesta es interesante y va en la línea de lo que escribo aquí, pero dudo que se lo hubieran preguntado si Abramović fuera acuarelista.
Empecé a pintar siendo muy pequeña, y tuve mi primera exposición cuando sólo tenía 14 años. Seguía pintando en la academia de arte y fue entonces cuando mi interés pasó de la pintura a los experimentos con el sonido y de ahí al cuerpo y la performance. Cuando encontré esta nueva técnica, fue mucho más satisfactorio que lo que podía hacer de forma bidimensional con un lienzo en mi estudio. El horizonte se me apareció, lleno de posibilidades y nuevas libertades de expresión. Puedo utilizar el aire, el fuego, el agua, la tierra y mi cuerpo. No le veía sentido a volver a la pintura.
Por una parte, tengo la sensación de que esto de lo que hablo tiene cada vez menos interés dada la facilidad de lo digital respecto del resto (o la moda, ya que un pequeño set de acuarelas de viaje es más sencillo de obtener y para practicar que ciertos setups en lo digital), con el añadido de poder imitar óleo, carboncillo, acrílico, eligiendo el pincel digital adecuado. Por otra parte, y quizá por extensión de esto, empiezo a ver una vuelta a lo manual, así como sucede con otras áreas del arte y de la creación humana. Durante muchos años, especialmente aquellos en los que internet empezó a ser más accesible y en los que yo era adolescente, pensaba que estaba perdiendo cualquier capacidad de que se apreciara lo que podía hacer simplemente porque no lo estaba haciendo con una Wacom que era lo que usaba toda la gente cool.
Con la situación actual mi pensamiento es que tampoco fue para tanto, mi preferencia no es digital, soy techie, me llevo bien con la tecnología, pero mi personalidad en la pintura es otra. Ha sido un puro golpe de suerte, el arte no digital empezó a repuntar tímidamente a través de Instagram, si acaso solo porque la forma de presentarlo podía ser más bonita, y eso era lo que el público inicial de esa red deseaba. También está la cuestión de la IA y como ahora todo tiene el mismo aspecto, aunque, como sabemos, las IAs se han alimentado de grandes bases de datos ilegales de artistas que, por desgracia, estaban haciendo cosas muy similares. Con grandes excepciones, sobra decir. Esa similitud era en estilo, pero también en técnica, porque el arte es cada vez menos académico y más accesible y eso también tiene un aspecto negativo. De algoritmos he hablado ya más de lo necesario, así que ya sabéis que todos estamos consumiendo las mismas cosas, también en arte, y las referencias a un golpe de click para aprender a pintar y dibujar son las mismas para miles y miles de pintores aspirantes. Ocurre a menudo, que alguien que quiere aprender una técnica, muchas veces lo hace sólo por lo atractiva que le resulta e intenta aprender esa técnica concreta sin prestar atención al resto o sin haber tenido oportunidad de probar. Internet está lleno de sets introductorios y cursos por técnicas hasta el punto de que las ofertas en estos son un tanto vergonzosas de ver porque son tantos que han perdido valor.
Mientras, en el pasado no tan lejano, había menos referencias (y menos ruido) y a menudo la única opción era ir a clases semanales de pintura. Lo bueno que tenía esa necesidad académica era que uno seguía un camino establecido de aprendizaje por dificultad estimada: carboncillo, pasteles, acrílicos, acuarela, óleo. Era después de probar todas cuando uno decidía por dónde ir, dónde profundizar. Estos cursos siguen existiendo, claro está, pero las prisas de nuestro ritmo de vida, las ganas de colgar en redes lo que has pintado hoy hace que abunden más los cursos temáticos de corta duración. En el arte y en todo lo creativo, nuestra forma de ser y las capacidades que tenemos hacen que nos parezca sencillo aquello que va con nuestra personalidad, con independencia de si canónicamente es más o menos difícil. A mí, la acuarela sigue pareciéndome complicada por exceso de libertad y prefiero mucho más el tener que usar una media de 7 lápices profesionales de colores diferentes para pintar solo un centímetro de piel en un retrato. Sé, porque me he estudiado en exceso, que soy carne de óleo, mientras sigo intentando que, al menos, el guache me haga caso, por cabezonería. Pero esto que yo sé de mí, muchos aspirantes no lo saben de sí mismos, y llegan las frustraciones.
No digo que todos podamos aprender todo, no es posible, pero para quien tenga inquietudes artísticas debe haber una o dos técnicas adecuadas a su forma de ser y de trabajar. Es necesario, estudiar un poco antes de elegir, salirse de Instagram, alejarse del ruido y barajar opciones, aunque mucho me temo que para la pregunta de «qué técnica debería usar según cómo soy» no hay grandes artículos. Hay algunos intentos aunque, como era de esperar, los estudiosos sobre la personalidad y el arte siguen intentando dilucidar porqué algunos somos más sensibles al arte que otros. Este último texto es también interesante, como lo son sus autores, pero dudo que ayude demasiado a alguien que quiere expresarse y no sabe cómo ni por dónde empezar. Cada vez más, creo, irremediablemente y para sorpresa de ningún lector habitual, que la respuesta no está en Google.
P.D: Las imágenes de este post pertenecen a Jackson’s, tienda británica que hace una labor estupenda de educación sobre pigmentos y colores en su cuenta de Instagram.