Es uno de esos domingos en los que despierto, muy temprano, con un montón de ideas revoloteando y ninguna que se haya asentado adecuadamente. No sé si esto en el mundo de las musas significa que me han visitado en exceso o que han pasado un poco de mí, pero, habida cuenta de que mi cabeza tiene mil ideas a la vez casi siempre, me aventuro a decir que lo segundo. Algo que me habría agobiado mucho en los comienzos de Un martes cualquiera, me permite ahora hablaros de un tema pendiente y que me lleva observando un tiempo desde un post-it en la pantalla. Veréis, escribir esta newsletter me da mucho gustito, pero no es fácil, y no lo es por una sencilla razón: la actualidad.
La actualidad es un cáncer que arrasa con todo, con la longevidad, con las cosas bien hechas, con la belleza, y con aquello que merece la pena digerir. La actualidad tiene infinidad de musas y, a veces, me visitan, no os voy a mentir, pero evito hacerles caso. Hay temas muy actuales que, o bien por lo llamativo que sean, o porque tienen relación con mi vida, inevitablemente me atraen y me marcan. Se quedan en la cabeza dando vueltas con el resto de los temas que nadie sabe muy bien de dónde vienen. Es entonces cuando debo decidir si insisto en no hablar de ellos, al menos durante un tiempo, o busco la manera de salirme de la noticia en sí y escribir con una perspectiva a largo plazo.
Soy parte de la población que ha dejado de leer la mayoría de las noticias (la tele dejé de verla hace muchos años), y que de vez en cuando sale en alguna gráfica porque va creciendo. El hastío aumenta, y aún así, de la actualidad se entera uno, quiera o no. Tengo en redes silenciadas todas las cuentas de periódicos y medios digitales (salvo por sus cuentas específicas de cultura), así como de políticos y partidos de cualquier color. Pero, como os digo, todo llega y a mi alrededor hay quien sí lee noticias y las comenta, y algunas de ellas son tan llamativas que inevitablemente acaban pasando también por los muros de mis redes. Sé, como os podéis imaginar, que ahora mismo, para la prensa, las musas de la actualidad están haciendo horas extra.
Es difícil encontrar la veta de la que tirar en semanas como esta por la cantidad de ruido alrededor y me doy cuenta de que le ocurre lo mismo a otros que escriben fuera de la actualidad. No hablamos mucho por estos lares sobre plagio o sobre inspiración excesiva, y yo, en concreto, no lo hago porque a su manera también es actualidad y porque, a largo plazo, no me afecta. Sí veo a los divulgadores culturales en redes denunciando el plagio siempre que se produce, así como a creadores de blogs muy longevos que han visto sus textos despedazados por redes. Pero en Substack, por ahora, no he visto gran cosa al respecto, y creo que, de alguna manera, se está manteniendo una integridad. No es fácil vivir de la newsletter para los que han implantado sistemas de pago o de recompensa (algo que yo aún no he hecho); así que no hay tanto que ganar del plagio rápido.
Substack es un poco como uno de esos cafés de las vanguardias donde toda persona creativa tenía su lugar para florecer y donde los temas pasaban de mano en mano y crecían en direcciones dispares. Venimos, escribimos nuestra historia, dejamos que los lectores se empapen, y comenzamos a interactuar con otros que escriben. Encontramos quien nos interesa más, nos recomendamos libros, artículos, nos damos qué pensar y nos volvemos un poco groupies los unos de los otros. También nos recomendamos por aquí, nos buscamos por redes para poder recomendarnos a aún más personas y, a veces, acabamos poniéndonos cara. Es muy bonito.
Hay otra realidad, claro está. Lo que viene de evitar activamente la actualidad es que hay semanas de bloqueo, de salir del paso, y hay semanas en las que hablas de un tema que no se ha tocado en prensa en unos meses y, de repente, qué casualidad, alguien lo vuelve a sacar en un periódico. Esto sucedió con lo del informe de lectura. Alguien en Substack lo encontró le dio un giro de tuerca y escribió sobre ello, fue interesante, y se dio a conocer, me siguió y apoyó el post. Eso es el café de la vanguardia, eso está muy bien. Ese giro del informe también lo dio un periodista que escribió un texto para un periódico del que solo pude leer un pequeño párrafo antes de que me bloqueara el muro de pago. Y ahí fue un poquito menos cafeliterariesco porque me enteré de casualidad.
Meses antes hable sobre lo que ocurre cada vez que asoma septiembre y a alguien de por aquí le gustó tanto como a mí el comienzo de ese texto y se inspiró un poquito demasiado para empezar una de las entradas de su newsletter solo unos días después. Asumió, imagino, que siendo tantos por aquí no me llegaría. Solo unos pocos textos después, cuando os hablaba de cómo surgieron los contadores de historias, tema raro donde los haya, vi parte de esa entrada muy resumida en un tuit de alguien que tenía, todos los indicios, de querer convertirse en divulgador cultural en redes. Algo más se me habrá escapado, y estoy segura de que muchos de los que leo por aquí también han visto ciertas «inspiraciones» curiosas de sus temas, pero creo que se resume bien así de qué hablo.
Como os decía, no me preocupa especialmente este tema, no he visto aún ningún texto plagiado palabra por palabra, ni ha sucedido nada recientemente que me haya hecho escribir sobre esto, pero supongo que decir, al menos una vez, «¡Oiga! Que nosotros también leemos» no sobra. Tal y como hacen en otras plataformas. Por lo demás, Substack sigue siendo mi sitio favorito de internet y el compartir la newsletter en otras redes suele atraer a algunos por aquí a los que poder, con suerte, convencer de que hay más lectura fuera de las «claves», las «últimas horas» y las «opiniones informadas» del último tema de turno. Alejándonos del ruido y dando la espalda a las musas de la actualidad, tan serviciales ellas, este es un buen hogar digital en el que vivir y en el que recibir visitas, incluso cuando alguna se pasa de lista. ¿Café?
P.D: Debido a minivacaciones de comienzos de mayo, la newsletter vuelve el 12 de mayo ❤️
Esta casa digital tiene muchos encantos, como bien dices. El ritmo, el modo y las interacciones son diferentes, cuidadas diría yo. Y eso se agradece en los tiempos acelerados e inmediatos en los que nos movemos, queramos o no.
A mí personalmente me ha supuesto un soplo de aire fresco. Poder leer tranquilamente las curiosidades y reflexiones de otros sin prisa, sin limitaciones de caracteres y, sobre todo, sin crispaciones y polarizaciones es el ingrediente que necesitaba.
Espero que sigamos cuidando entre todos este hogar digital y sea una comunidad de enriquecimiento y entretenimiento.
Gracias por tu texto y disfruta de las minivacaciones.
Me encanta Substack. No escribo, pero disfruto mucho de la lectura y de un lugar lleno de texto sin fotos en exceso ni vídeos.