Un martes cualquiera (77): Y yo que no leo (segunda parte)
El lector frecuente, las categorías y las expectativas
Escribía hace casi un mes sobre la gente que no lee (y sobre la gente que dice cosas que no debe) obviando, salvo por una pequeña parte, a los de «a veces» excepto cuando os comentaba que no creía (y creo) «que todo el mundo tenga que leer, ni creo que los que lo hacen tengan que hacerlo con frecuencia y regularidad». Y esto es una parte importante, así que si no has leído esa entrada te recomiendo que lo hagas antes de leer esta, pero es opcional. El mismo informe que se citaba en aquel artículo clasifica al lector frecuente como el que lee a diario o todas las semanas y al lector ocasional como el que lee mensualmente o al trimestre o, en general, en menor frecuencia que el primero. Sucede, como con todas las clasificaciones, que tendemos a creer que todo es estanco y que las personas no pueden variar de categoría así como así. Pero la realidad es esta: ¿Cuántos de vosotros se considera lector frecuente y, en realidad, hay épocas en las que solo llega a ocasional? ¿Cuántos variáis entre leer 3 libros seguidos sin parar y estar un mes sin tocar nada? Y la otra pregunta: ¿Os importa?
Las clasificaciones de tipos de lectores sirven para poco, en realidad. Sirven para estos informes, para los colectivos implicados en la industria del libro y para todo el tema del fomento de la lectura. Ahora que estamos a las puertas del Día del Libro, y a muy poquito de la Feria del Libro de Madrid, recuerdo que en un curso de edición se nos habló de las métricas que se derivaban de esta feria y que eran consecuentes, en la teoría, con la clasificación de lectores. Estas métricas no parecen variar demasiado de año a año: los visitantes compran en su mayoría solo un par de ejemplares o más de 6. Otra vez lo del reduccionismo; asumir que lo que se compra es lo que se lee y viceversa. En la feria yo compro poco, porque mi agobio social no me permite cotillear en cada una de las casetas como para salir con muchos libros, pero la visito varias veces mientras está porque me encanta el ambiente y me gusta ver a tanta gente comprando libros. Considero que es un pequeño logro de los introvertidos en esto de los eventos masivos, que nuestro evento favorito sea uno en el que haya tanta afluencia de personas.
A pesar de todo esto, y de saber que la realidad es fluctuante, a veces me he «regañado» a mí misma por no leer más. Si lo pienso en frío considero que es un sinsentido, pero sabiendo lo que me encantan los libros, darme cuenta de que muchos años me salgo de lo del lector frecuente me duele un poquito en el ego. El ser humano es así de irracional. Algunas veces, incluso, me he autoimpuesto objetivos y he hecho ejercicios como el del hilo anual de lecturas de Twitter. Este lo hice en 2023 y fue bastante penoso porque la vida en 2023 fue… complicada. Decidí no hacerlo este año por varias razones, pero sobre todo por una, que es que tengo que leer bibliografía para algo que estoy preparando y no quería desvelar qué es. Y la realidad es que he hecho bien en no hacerlo porque, entre vosotros y yo, no he leído casi nada este cuatrimestre. A principios de año empecé varias lecturas y ninguna me enganchaba, estaba demasiado dispersa y trabajaba demasiadas horas a la semana. Cuando, en marzo, volví a las horas de trabajo normales estaba demasiado cansada para centrarme en ningún contenido.
He leído muchas newsletters y artículos cada semana, he escuchado podcasts tan bien estructurados y narrados que bien podrían contar como audiolibros, pero esto para la clasificación «no sirve». Así que aquí estaba yo, diciéndome algo del estilo de «Lara, ya te vale, coge un libro de una vez». Y en verdad no importa, no es un problema, no me hace ser peor lectora, no cambia lo mucho que me gusta leer, pero ese estancamiento y esa insistencia en encajar en la categoría que nos hemos dado a nosotros mismos suele llevar a unas autoexigencias absurdas. Auto porque, en realidad, no hay nadie en casa que me esté mirando mal por no leer lo suficiente para estar a la altura que se presupone a quien escribe una newsletter cultureta. Por otra parte, hay una suerte de salvoconducto en esto de aumentar las lecturas y terminar un número determinado de libros al año, que es el de los bestsellers y los libros de moda que todos leen a la vez.
Hay aquí algunas cuestiones sobre mi personalidad que son, aparentemente, poco compatibles con esa clasificación de tipos de lectores o, más bien, con el lector que se prodiga en redes. La primera es que leo muy poca ficción, me gusta el ensayo, la divulgación, los libros sociológicos o científicos, las memorias, y todo lo que pueda encajar en estas categorías, pero leo muy poca ficción. No hay una razón especial, es solo que me gusta menos o encuentro menos libros en esta gran categoría que me llamen la atención o que soy más exigente, quien sabe. La segunda cuestión es que, tal y como sucede con series o películas, me suele agobiar cuando todo el mundo está hablando sobre el mismo libro. En el momento en que apago la pantalla del móvil todo lo que busco es leer algo que no esté relacionado con el libro de moda, que me aleje del ruido de las redes y de los de «tenéis que leer, ver, escuchar esto». Claramente no tengo futuro como bookstagrammer.
No quiero decir que no lea nunca nada de estas obras que han estado de moda, sino que las dejo reposar un poco antes de comenzarlas. Esto me llevó a que, cuando saltó la noticia del fallecimiento de Richard Serra, yo llevaba 30 o 40 páginas de Obra maestra, dos años después de su publicación. Y lo único que puedo decir es que no lo terminé y no entendí la moda. Así que cuando, a principios de abril, me vi, por cuestiones que no vienen a cuento con la saga completa de Blackwater en mi posesión pensé que se quedaría en ese tiempo de reposo hasta algún momento idóneo. Le había echado un vistazo cuando se anunció, porque, como «fan» del country, tengo una cierta fascinación sociológica con lo sureño, aunque no por el asunto de la fantasía. Pero ya llevaba varias lecturas fallidas estos meses y acababa de terminar un proyecto de ganchillo, así que me dio por intentarlo. Me leí los 6 libros en algo menos de 3 semanas y, de repente, era lectora frecuente otra vez. ¿Veis lo ridículo que es lo de las categorías?
Todo lo que he escrito se puede aplicar y se aplica, de forma más sutil, a otros pasatiempos o actividades y refleja aún más lo tonto que es todo porque es difícil encajar en las categorías si te dedicas a varias actividades en tu tiempo libre. El combo de trabajar, tener vida social y mantener una casa no casa con ser «frecuente» en varias actividades a la vez. Y aun así hay quien, por ejemplo, mientras pinta un óleo, se puede lamentar por no estar leyendo más. Todos esos libros que yo no me he leído este trimestre son varios proyectos de ganchillo que sí he terminado. No creo que pueda acercarme a los del Gremio de Editores y decirles: «Señores, es verdad que no he leído nada este mes, pero es que he hecho este jersey tan bonito en 40 horas». Pero estoy haciendo cosas y no dejándome llevar por la desidia del día a día, eso es lo importante. Las expectativas de la sociedad solo sirven para amargarse y para proyectarlas de forma terriblemente egoísta en otros. Y esto se ve, una vez más, en redes. Es terrible ver a quien genera contenidos sobre libros autofustigarse porque se encuentra en un momento de «bloqueo lector». Ni siquiera creo que tal cosa exista o que debamos llamarlo así.
La cuestión subyacente de todo esto es que debemos ser más permisivos con nosotros mismos, que hay meses que por lo que sea no leemos tanto, igual que no tejemos tanto, o no pintamos tanto, o lo que sea que hagamos en nuestro tiempo libre. Que las categorías, los rankings, y los must solo sirven para quien vive de ello, pero no debemos dejar que dicten nuestra forma de gestionar nuestro tiempo libre. Que lo que funciona o no funciona en lectura depende tanto de nuestras circunstancias y gustos como del puro azar. Y, en resumen, que si sois de eso que se titula «lector frecuente» y no os apetece leer durante un tiempo, pues no pasa nada. No hay que cumplir con nadie, solo con vuestro bienestar.
P.D: Ya que estamos en lo de los libros y en lo de que prefiero la no ficción, algo que me he llevado de Substack es descubrir a gente interesante que escribe libros. Ayer recogí de mi librería lo que nos ha escrito Miguel de Mapas Milhaud, si no lo conocéis echadle un vistacito.
Fíjate que yo soy un poco como tú, a pesar de (creo) leer bastante y tener una constancia (creo) estable.
Trato de obviar cualquier tipo de expectativa o tópico acerca de cómo debo ser como lector o lo que debo leer. De hecho, y aunque leo ficción sobre todo, no me dejo tentar por listas, novedades o libros de moda; los bookstagramers y compañía me parecen más bien unos «groupies» de ciertos géneros y temas muy concretos que no se pueden extrapolar al conjunto de la población lectora (por llamarla de algún modo), así que ni les presto atención. Prefiero atenerme a la serendipia de que unos libros me lleven a otros, a recomendaciones de conocidos en cuyo criterio confío y, sí, por qué no, de vez en cuando arramplar con algún libro que he visto en las redes.
Pero, dejando de lado eso, lo que me ha gustado mucho de tu texto es esa defensa de la libertad y de la tranquilidad de leer como cada uno quiera. Para mí la lectura es fundamental, y en cierto modo sí que creo que debería ser prácticamente obligada, pero eso no quita para que respete profundamente que cada cual emplee su ocio de la forma que mejor le convenga. No hay que sentirse culpable o presionado, sino disfrutar de las cosas con el mejor de los ánimos.
Sé lo que piensas de los emoticonos, pero aquí aplica uno 🥰