Un martes cualquiera (XXI): Visible y palpable
Sobre la reconexión con lo físico en la cultura.
Hace años, poco después de mi llegada a Madrid, tuve una época de neurosis con mi falta de cultura. Me sucedía lo que me había sucedido siempre, que es que la mayoría de la oferta cultural a mi alrededor no me gustaba especialmente, pero ya en un momento de oportunidad de generar una nueva Lara. No es que mi forma de ser cambiara por una simple mudanza, pero la nueva situación me abría la puerta a relacionarme con personas con gustos e historias tan diferentes a la mía que me pudieran inspirar a ser un poco más como yo era en el fondo.
Esto no es nada extraordinario, diría que le pasa a la mayoría de adolescentes, la única diferencia es que estaba repitiendo el proceso unos 10 años después. Ahora, otros 10 años después más, hablamos cotidianamente del algoritmo como algo terrible que nos aparta de un libre albedrío que creemos tener. La realidad es que ya estábamos instalados en esa comodidad de la referencia cercana antes de que supiéramos siquiera lo que es un algoritmo.
Recuerdo, en esa época de darle vueltas a mi bagaje cultural, que anoté varios grupos de música y varias películas que consideraba que eran interesantes culturalmente (y que me gustaban). Con esas listas empecé a buscar en Internet cosas similares. No sé si existe aún, pero había una página web específica en la que introducías en un buscador un grupo de música y te devolvía grupos similares. Last.fm tenía también un servicio parecido. Ahora que sabemos del algoritmo entendemos que lo que estaba haciendo no me llevaba a ninguna parte más que a engrosar lo que ya consumía con diferentes caras y diferentes nombres. No estaba saliendo de mi zona de confort, la estaba ampliando.
No soy tan reacia a la idea de la zona de confort cuando se trata de gustos, me parece fantástico que alguien vea de nuevo una serie que ya ha visto y le encanta, o que deje que Spotify tire de aleatorio sobre una playlist que acaba de terminar. Yo misma tengo muchos libros comodines, que compro a sabiendas de que lo son. El libro comodín es ese libro pequeño que por temática o autor sabes que te va a gustar y que aguarda en la estantería porque vas encontrando cosas "más brillantes". Es el que te sacará del barro cuando empiezas muchos libros y ninguno parece ser el que necesitas, como cuando dejas que la lista de música de tu adolescencia suene durante horas.
Mi problema con la zona de confort viene con que, paradójicamente, mientras más opciones existen menos visibles son. Cuando no sabes qué buscar no puedes encontrar nada, y esto es lo que nos está sucediendo cada vez más con Internet. En una librería física puedo ver libros que me llamen la atención sin tener nada que ver con algo que haya leído, mientras que el escaparate de Amazon me muestra cosas que ya he mirado o que "se parecen" a lo que he comprado en esa plataforma. Si estoy en un bar y suena una canción interesante, a lo mejor entro en un nuevo mundo de música desconocida para mí pero lejana de cualquier cosa que Spotify me pueda ofrecer.
No creo que haya que volver a lo analógico ni estoy en contra de según qué cosas de los algoritmos y, francamente, me lo paso demasiado bien en Internet como para darle la espalda. Pero es difícil ver qué hay disponible cuando no tienes un punto de partida y esto se hace más fácil fuera de las redes, en un mundo tangible donde ves, lees y escuchas lo que te viene sin excesivo filtro.
Tengo, por otro lado, un ejemplo de todo esto dentro de Internet, que creo que ahora no me sucedería. Antes de las redes sociales una de las cosas para las que usaba Internet era para aprender técnicas avanzadas de costura y para buscar tutoriales. YouTube ya existía pero no se usaba para esto, así que acababas en pequeñas páginas, foros, blogs. En el mundo de la costura en inglés las reinas eran las stay-at-home-mom estadounidenses y una de ellas tenía una canción de fondo en su blog del nuevo disco de Josh Turner. Yo no sabía nada de country que no hubiera escuchado en una tele española ni conocía a nadie que lo escuchara, pero me llamó la atención. 15 años después es mi género favorito, y vino, simplemente, por una señora que escribía sobre coser.
Este tipo de encuentros fortuitos son los que creo que son cada vez más difíciles de tener en Internet, ahora todos los tutoriales están en YouTube donde no se ve más allá de lo que buscas específicamente. Puedes ver recomendaciones en redes, y muchos de mis libros salen de ahí, pero dependes de cómo de bueno seas gestionando cámaras de eco. Entiendo los discursos que abogan por volver poco a poco al formato físico porque genera una reconexión con el mundo y un crecimiento personal que hemos ido perdiendo. Tengo a mi lado a alguien de edad, profesión y origen muy diferentes a los míos, que disfruta de muchas cosas en formato físico y que ha hecho que en este último año yo haya aprendido mucho más que en los anteriores años de móvil y buscador de Google. Este fin de semana escuchábamos un disco físico que él tenía que, aún estando en el catálogo de Spotify, no habría encontrado en la vida a través de algoritmo. Es un regalo sobrevenido para la Lara que hace 10 años vio lo limitado que era su mundo. Es también un acicate para salir de aquí, pisar la calle y ver y escuchar lo que el mundo tenga que ofrecer. A lo mejor me llevo otra sorpresa.