Existe una estética especial en las notas al pie que se da en cualquiera de los libros que puedo leer. Es una cierta belleza sapiosexual que, en muchos casos, te dice que hay más conocimiento que alcanzar, que hay un giro lejano a la historia o, incluso, que existe una cuestión tan relevante que el traductor no ha podido evitar dejarte un mensaje. Hay, también, ciertas decepciones, como la palabra ibidem o un listado de notas que te llevan al final del libro, impidiendo que algún texto monstruo en fuente tamaño 8 acapare una página de forma cómica (pero sí, también bonita). Se entiende que, si estás leyendo ensayo o alguna publicación que requiera de referencias, por comprobación o por contexto, las pongas (e incluso que sea imperativo ponerlas), pero esto que me parece bello en un libro de no ficción, me genera cierta duda cuando hablamos de arte.
No sé si rebuscar las referencias en la obra artística es necesario. Entiendo que es un juego divertido si te dedicas a lo del contenido o lo de la crítica (literaria, musical, etc.), pero no termino de ver que a un artista se le pregunte sobre sus referencias o que alguno se vea obligado, por así decirlo, a revelarlas. A veces tengo la sensación de que se va a empezar a pedir que las notas al pie inunden una buena novela como si el escritor nos debiera algo. Es cierto que, por ahora, sigue siendo tarea de los que se dedican a esto y, desde este lado de la cultura, es entretenido ver a los críticos y creadores intentando dar con alguna inspiración oscura e inesperada, pero me pregunto cuánto queda para que el gran público empiece a hacer lo propio. Recordad que el crítico de arte formado existe y existía antes de que los anónimos empezaran a ponerle nota a las películas en Filmaffinity.
Y yo, que de arte sé un poco, si acaso por profesión que nunca terminó de empezar, tengo claro que, muy a menudo, las referencias más importantes no son las más obvias. Veréis, hoy os escribo un poco a contrarreloj, he soñado que vivía en el archipiélago, que tenía una novia y que buscábamos casa que tuviera establo para mi caballo, animal que no estaba segura de tener legalmente. Lo del caballo tengo claro que viene de la película que vi antes de dormir, porque nunca fui una niña obsesionada con ellos; lo de la novia y lo de las islas, ya no lo tengo nada claro. Podría elucubrar a que viene ahora, pero solo serían apuestas. La mayor parte de las veces sucede así, una no sabe de dónde vienen las cosas cuando vienen y no importa todo lo que se preocupe por saberlo incluso aunque colectivos enormes de personas se hayan obsesionado con el tema (te miro a ti, represión religiosa).
Hay que comprender que, en el arte o casi en cualquier cosa que hagamos, las referencias conscientes son sólo la punta del iceberg, que lo inconsciente es mucho más inconmensurable y se mueve por debajo sin que lo percibamos, reflejándose en lo que hacemos y decimos. Puede estar bien que, si eres fotógrafo, por poner un ejemplo, digas que te ha influenciado Helmut Newton1. La mente pequeña o la inexperta buscará a rubias de metro y medio en tu fotografía y se preguntará qué clase de referencia es esa al no verlas. Buscará, como recurso alternativo, mujeres desnudas, y volverá a decepcionarse si no las ve. Volverá a creer que esa nota al pie está mal puesta, o que el autor no sabe lo que hace o dice. En algún momento acabará poniendo un 3,5 en alguna web. «No era lo que esperaba, yo fui porque soy fan de Helmut Newton y me ha decepcionado. Una estafa.»
Las mentes más experimentadas irán más allá que la referencia obvia y confesa, por supuesto, pero es imposible hacer esto con todas las formas del arte salvo que seas un erudito. Yo podría buscar y rebuscar referencias no tan obvias en aquello de la pintura, ya que siempre ha sido mi medio de estudio y de expresión, pero no sería capaz de identificarlas o no entendería algunas en música y cine, porque en esto solo disfruto. No conozco ciertas formas de arte a tantos niveles como para poder identificar sus referencias o, incluso, para poder entenderlas si alguien con mayor conocimiento me las suelta. Para mí, ver a un experto desenmascarar las posibles referencias detrás de una obra contribuye a un mensaje muy obvio: somos la suma de muchas cosas, de muchas situaciones, de muchos momentos y obras de arte que se reflejan en lo que hacemos.
Las referencias no tienen por qué ser obvias, no tienen por qué decirte «si te gustó este pintor, te gustará este otro», porque si hiciéramos algo así la frase sería «si te gustó el urbanismo tokiota, te gustará esta chaqueta de mujer». Este es un ejemplo real de mis tiempos de estudio de moda y es una referencia consciente. Me gusta la arquitectura, no sé casi nada de ella, pero os podría decir que hay un estilo arquitectónico que se refleja en algunas cosas que hago. Se refleja a través de una forma estética que no es esférica o curvilínea, sino tosca y recta, se refleja a través de una pulcritud y unos colores que me son afines y que me seguirían siendo afines si estuviéramos hablando de fruta en vez de edificios. ¿Es una referencia obvia para el resto? Probablemente no, si no eres mi amigo, pero está ahí.
Y a pesar de esto vuelvo a lo de antes, las referencias son inconscientes en su mayor parte. Lo mío con la arquitectura es solo una referencia que conozco, una que viene porque la primera vez que la usé fue buscada e impuesta por un ejercicio de clase, el resto de lo que hago y de lo que soy es una amalgama de cosas que me han gustado, situaciones que he vivido, ciudades que he pisado, y personas que he amado. A veces percibo en entrevistas ciertas expresiones curiosas en artistas cuando rebuscan en sus cabezas cómo responder a esa pregunta sobre qué le ha influenciado para hacer su última obra. Me imagino una multitud de escenas o un sencillo «mira, yo que sé» y la interacción habitual de «veo clarísimamente que te has inspirado en X» «pues no lo había pensado, pero quizá inconscientemente, sí». Y entonces el autor vuelve a crear sus obras, el crítico a rebuscar en sus fuentes, el espectador medio a su mimimí, yo a escribiros una newsletter y todos continuamos en esta cadena de clichés de la cultura.
Este texto viene precisamente porque mi ahora fotógrafo de cabecera me habló del documental que tiene en Filmin y lo vi el viernes. En el documental, él mismo habla de una referencia de la que no fue consciente (o eso dice) hasta que público y crítica comenzaron a desentrañarla.
Entiendo muy bien lo que dices para la obra artística. Pierde frescura y todo viso de originalidad si la acribillan a referencias. Sin embargo, en los ensayos, qué delicias algunas notas al pie (nunca al final, por favor, siempre al pie) que no son meras referencias bibliográficas y que extienden un pequeño paréntesis en muchas ocasiones ¡más interesantes que el propio texto!
El arte es un collage de influencias entretejidas, su matriz es la búsqueda y parte de ella es romper con los algoritmos pre establecidos en general de cualquier fuente , me encanto tu escrito gracias , y recordemos que aveces las notas al pie de página son incluso más largas que el mismo texto.