Que el estado de la prensa digital actual, el uso de los clickbaits y cualquier otra técnica para conseguir que pinches en una noticia da ya vergüenza ajena no es novedoso. Lo vemos día a día y, a veces y sin querer, caemos. Hay cierto tipo de prensa en la que una se espera más este tipo de tácticas, la prensa rosa o la sección de sucesos, por nombrar un par. Pero hay otros usos que todavía consiguen que me vuelva loca cuando los veo. Creo, por no afirmar, que he alcanzado mi límite en cuanto a hipérboles varias en prensa cultural. Lo de los rankings, vaya. Lo de «la mejor del año», «brutal», «apoteósico», y cualquier otro adjetivo ridículo que se os ocurra. En algún momento de la eternidad que fue enero (mirad, una hipérbole normal) me topé en el Discover de Google con esta joya del mal.
El algoritmo se ha dado cuenta de que leo, sobre todo, prensa cultural, cosa que agradezco, pero eso implica ver muchos artículos del estilo. Las reseñas de películas y series se han convertido en una oda a la hipérbole y no es nada nuevo. Pero cuando leo «mejor película del año» en enero (dejando aparte lo subjetivo del asunto de que algo sea lo mejor de un año), o «dictar sentencia», o «primera obra maestra del año» me da un poquito de alipori. «Mejor película de la historia». Yo necesito recomponerme un poco después de leer semejante frase.
En lingüística se habla con frecuencia de este tipo de adjetivos, son palabras de relleno que no dicen nada, pero que resultan muy golosas cuando tienes que cumplir con tu cupo de artículos semanal. Yo confío que esta táctica en la prensa cultural no se convierta en la norma, porque ya he silenciado las dos publicaciones de las capturas y una tercera en la que sólo leía titulares sobre lo mal que se habían caído dos actores en un rodaje y lo mucho que tal persona había odiado participar en tal película. De esto, por cierto, se lleva escribiendo desde que el cine es cine, pero sigue siendo nuestra elección consumirlo o no.
La triste cuestión de fondo es, que hemos tratado tan mal a los adjetivos que se hace difícil expresar que algo te ha gustado y que suene sincero o que llame la atención de otra persona. No sirven las palabras bueno, mejor, obra maestra, todas esas que habéis visto en un tuit están fura. ¿Cómo lo expresas? Al menos para una gran cantidad de lectores resulta difícil, porque quien te conoce se dará cuenta de si algo te ha calado. Y esto he rumiado este fin de semana. Ayer hablaba con mi pareja sobre una serie y dijimos la frase «nada está mal» junto con otras consideraciones concretas sobre actores y escenas. Entre nosotros no necesitábamos nada más que «nada está mal», porque cuando algo nos ha chirriado o vemos algún punto extraño lo comentamos. Pero que nada está mal en una obra como crítica no funciona en prensa.
Y he seguido dándole vueltas. En este estado actual de las cosas, ¿qué es lo que demuestra que realmente algo nos ha gustado? No necesariamente que haya sido lo mejor que hayamos visto o que llevemos días dándole vueltas al asunto. Cómo sabemos que algo nos ha gustado si, como servidora, somos de gusto fácil y muchas obras nos pueden parecer agradables y entretenidas. Y me he dado cuenta de cuál es el dato para mí.
Veréis. La experiencia de ver una película en el cine es muy diferente a verla en casa, porque la primera está concebida para maximizar tu experiencia. Durante dos horas somos nosotros y la película, sólo eso. No hay ninguna distracción externa, no hay una luz que levantarse a apagar, no hay (salvo espontáneos) ruidos insoportables, no hay otra cosa más que ver la película y eso ayuda mucho a que entres en ella. Pero en casa todo depende de ti mismo. Y es ahí donde lo he visto claro, algo de verdad me gusta si no necesito dopamina extra. O puesto más fácil: si has rodado una serie y yo al verla ni siquiera me acuerdo de que tengo un móvil, ahí es. Ahí me has cautivado. Hay una letra pequeña a esto, que es que gran parte de no distraerse con otras cosas está en uno mismo y el acto de no mirar el móvil mientras ves una película o serie debería partir de dentro, pero hay que dar las gracias a que, a pesar de todo, existan personas capacez de crear obras que te hagan olvidar que vivimos atados a un dispositivo.
No es algo tan difícil de averiguar sabiendo que ya he escrito sobre el tema de la atención y los móviles, pero seamos sinceros. Leemos muchos libros, vemos muchas series y películas, la mayoría puede estar bien, pero nos vamos despistando o nos cuesta terminarlos por la razón que sea. A tal punto de que hemos asumido que esto es lo normal. Así que, creo, y me ha venido como revelación cutre estos días, que si algo trasciende todo esto es precisamente lo que consigue que mantengas tu atención completa en lo que ves. Y, ojo, no tiene porqué ser un thriller, también ocurre con películas de esas en las que «no pasa nada».
No tengo cuenta en webs de reseñas, ni pretendo hacérmelas, y, más allá de cuando hablo de algún libro por aquí, tampoco suelo comentar sobre cosas que veo o leo. Pero si me dedicara a eso, creo que hablaría sobre la atención, creo que, si algo me ha gustado lo suficiente como para no distraerme con nada más, lo dejaría lo más claro posible: «Dosis de dopamina óptima. No he mirado el móvil» 5 estrellas en IMDb.
Estoy muy de acuerdo contigo. Precisamente comentaba con mi pareja esto porque la semana pasada comenzamos a ver una serie y, a los diez minutos, nos dimos cuenta de que ya la habíamos visto hace un par de años. Evidentemente, el poso que dejó en nosotros fue casi inexistente, pero en la plataforma se la define como «obra maestra».
El problema, quizá, es el mal uso de esos superlativos que ya dominan el discurso crítico, aunque tal vez también nuestra renuencia a asumir que lo estándar, lo «normal», cumple una función en nuestras vidas.