Nunca he sido muy festiva. Esta frase tan inocente ha dado para mucho a lo largo de los años. Si la dices por estas épocas hay muchas cabezas que escuchan: «odio la Navidad», «no me gusta que os guste la Navidad», «me pasó algo terrible por estas fechas y no seré capaz de disfrutar nada nunca jamás», «soy una amargada» o cualquier otra frase similar que os podáis imaginar. La frase significa exactamente eso. No tengo ningún problema con estas fechas, pero no soy ni de lejos la persona que más reluce en estas semanas. Mi forma de celebrar varía de año a año, en función de mi momento vital, o de mi estado de ánimo. Hay ciertas fiestas a las que he acudido algunos años y otros no y los que me rodean lo respetan bastante. Aún así, casi cada vez que se lo digo a alguien por primera vez, es necesario un buen rato de explicar que, de verdad de la buena, sólo quiero decir que no soy muy festiva. Ni siquiera hago grandes celebraciones en mi cumpleaños y no tengo la fecha puesta en redes sociales. Pero me gusta mucho estéticamente la Navidad, sí pongo mi belén y hasta he hecho unos arbolitos. Cada día que llego del trabajo tengo que descubrir si el niño Jesús sigue en su sitio, porque creo que a mi gata le gusta más que a mí, y así nos entretenemos hasta la primera semana de enero.
Ya hace bastantes años en los que esta moderada indiferencia hacia las fiestas no me genera ningún quebradero de cabeza, y aun así el año pasado cuando tuve que decidir qué hacer con la newsletter en diciembre tuve dudas. Me cogí un par de semanas de vacaciones (o eso quiero recordar, no lo he comprobado), más que por las fechas, porque fue un diciembre duro. Este está siendo relativamente tranquilo, he podido coger algunos días libres inesperados y algunos proyectos están tomando forma. Excepto por algún día tonto alrededor de mi cumpleaños, que sí, que se junta con todo esto, he tenido un buen mes y creo que voy a cerrar un año terrible de forma satisfactoria. Esto lo estoy celebrando mucho mentalmente. Así que no tenía mucho sentido darle vacaciones a esto para poder descansar yo, aunque en el momento en que escribo la primera parte de este mail llevo horas en pijama y he merendado panetone. Pero entonces pensé en vosotros, y en los algoritmos, y en si celebráis o no, y en la penalización de las redes. Lanzar newsletter el 24 y el 31 de diciembre es, a todas luces, un poco inconsciente, y me planteé adelantar estas dos ediciones al sábado. Hasta que decidí dejarme de tonterías.
Veréis, esto es bastante metanewsletter, pero los primeros meses estaba obsesionada con las métricas. Sabía que Substack tarda aproximadamente una hora en empezar a mostrarte el primer recuento de visitas y aperturas de mail, y a partir de ese momento dedicaba parte del domingo a actualizar la página obsesivamente. Ya en algún mes, empecé a pseudoadivinar qué textos se leerían más o cuáles tendrían más interacciones. La realidad es que no pensaba en ello a la hora de escribir, es difícil hacerlo sobre temas que te interesan poco, pero sí tenía esa vocecilla que decía «esto, sólo te va a gustar a ti, te lo vas a comer». ¿Acertaba? Solo a veces. Por suerte he dejado de agobiarme con estadísticas y métricas y con temas más o menos exitosos. Pero si pienso en ello este fin de semana es, en parte con orgullo porque creo que he conseguido una relación sana con esto, y en parte por decidir qué hacía con Un martes cualquiera estos días. Lo lógico es que, si yo no celebro mucho, esto siga su programación habitual. Muchos de vosotros no abriréis el correo hoy, porque probablemente ya estéis metidos en la cocina, o si la vida se ha complicado, conduciendo camino del pueblo. Y está bien, yo hay boletines que leo varios días después de que hayan entrado en mi correo, y lo hago todo el año.
Pensar mucho en los números sólo sirve: a) para el negocio si lo hubiera y b) para el ego. Y si he pensado en ello estos días ha sido, además de por esto que os cuento, para rellenar una encuesta sobre boletines independientes. Mi trabajo está lejos de esto, por mucho que ame la lectura y la escritura, e, incluso si me acercara a vivir de algo relacionado con la cultura (ojalá), no sería, creo, a través de estos textos concretos. Lo comenté muy al principio, pero la newsletter es un ejercicio de constancia. Escribir en blogs lo llevo haciendo 20 años, con cero disciplina, así que decidí obligarme a un texto semanal y a publicarlo, esperando que hiciera efecto la presión social. Y funciona. Cada uno que lee ayuda a que yo no sea un desastre conmigo misma. Ha funcionado tan bien que estoy dándole vueltas a crear otro ejercicio paralelo, aunque también he aprendido que las ideas no se cuentan cuando son solo ideas.
Sobre por qué no escribir de un asunto concreto, he notado que mi cabeza inevitablemente buscaba temas ligeramente relacionados con la infancia, los juguetes o cosas del estilo y, antes de escribir sobre algo a medio gas, mejor es escribir sobre escribir. Y sobre pensar. Y sobre el hecho de que servidora, como cualquier hijo de vecino le da mil vueltas a las cosas. No creo que esté de más decirlo, porque parece que el que siempre se vuelve loco pensando es uno mismo y que los demás viven sin grandes preocupaciones. No es verdad, nunca lo es. Así que ese es el tema, a veces, cuando pienso en qué escribir para tal o cual domingo sólo consigo pensar en vosotros, en los casi 200, amigos, conocidos, otros boletineros, pareja y mucha gente desconocida que no sé cómo ha llegado hasta aquí. Y, dada mi trayectoria de tomarme esto con más relajación, si me lo permitís, voy a intentar pensar un poco menos en vosotros. Nos leemos para el fin de año, voy a por otra ronda de panetone. Feliz Navidad.
El contenido gana cuando uno escribe con casi cualquier fin que no sea el de satisfacer a aquellos que te leen. Como bien dices, mientras no haya un negocio que alimentar, mejor intentar dejar el ego de lado y escribir sobre lo que te apetece escribir.
Y me alegro no ser el único al que esta obligación de escribir porque te has marcado un día para publicar le está viniendo bien :).
Pasa buenos días!
Feliz Navidad, Lara.