El club tuvo su primera reunión con 14 participantes, todas mujeres, a principios de octubre de 2012. El lugar elegido fue el ya extinto Nómada Market que se celebraba ese año en el ático de la estación de Chamartín en Madrid y que pasaría por otros lugares hasta su última edición en el año previo a la pandemia. Era una feria de artesanos independientes y donde cualquiera que fuera un poco manitas y creativo podía encontrar un taller o una tienda donde encontrar su nuevo pasatiempo favorito. Las 14 que nos reunimos en un rinconcito de la cafetería ambulante lo hacíamos por ímpetu de otras que habían montado un club de manualidades en Barcelona y cedían el nombre y espacio en la web para aquellas que quisieran moverlo en otras ciudades. En aquel ático estábamos las que habíamos encontrado esa web a través de redes sociales incipientes y la primera que pidió la vez para Madrid.
Volvamos a 2023. Una pandemia mundial ha sucedido y miramos casi cualquier fenómeno desde la perspectiva de si ha surgido, si se ha modificado o si ha muerto debido al confinamiento. Podemos pecar, por desconocimiento supongo, de achacar a la pandemia cosas que ya tenían una vida y es lo que creo que ha sucedido con un artículo que leía estos días. El artículo, si bien breve, hablaba de dos cuestiones principales que hacen que se me arquee la ceja. Por una parte la idea de que se ha convertido en hobby lo que para nuestras abuelas era una profesión y por otra la de que la pandemia había generado un boom de lo DIY y de la afición por las manualidades. Vayamos por partes.
Hablar de profesión en el mundo de las manualidades es, cuanto menos, complejo. Hay muchas actividades que por su naturaleza femenina nunca han sido vistas como profesiones y en su mayoría se ocultaban en ese manido "dedicada a sus labores" incluso si ganaban algún dinero con ello. Sucedía algo que ya no sucede por muchas razones sociológicas, y es que muchas mujeres sabían coser y tejer. Así que, si bien existían las modistas profesionales, había una gran mayoría de mujeres que tenía como pasatiempo, o como supervivencia previa a la moda rápida, algún tipo de manualidad. Podríamos decir, quizá, que ahora hay menos personas que hacen de esto su profesión habida cuenta de que la mujer ya se puede dedicar a otras profesiones. Aunque he visto suficientes cuentas de Instagram, tiendas en Etsy y expositores en ferias como para poner también esto en duda.
La segunda cuestión, la del boom postpandemia es más interesante. Sabemos que en el ser humano muchas cosas son moda y, dentro de esto, muchas tantas son cíclicas. Y siempre, en cada generación, hay un grupo que cree haber inventado la rueda. Se preguntaba la persona que escribe el artículo si se había dado este boom después de 2020 y para ello se había trasladado a varias tiendas de manualidades de la capital en las que se ofertan cursos. La respuesta general era que efectivamente los cursos ahora mismo se están llenando y las tiendas ven más afluencia. Al final del artículo se comentaba que, sin embargo, estas tiendas existían ya desde antes de la pandemia. Este es el dato.
Lo de las manualidades, los pasatiempos, las labores, o la artesanía que es lo que yo prefiero, lleva siendo vigente desde hace milenios. El ser humano tiene que crear cosas y quizá el capitalismo actual y el mundo digital nos han hecho perder esta perspectiva, pero los niños siguen dando clases de pintura en el colegio y en las guarderías se siguen haciendo collares de macarrones. Ya no damos costura en la infancia aunque esto no está tan lejano, yo fui de las últimas, porque teníamos una profesora que se negaba a dar aquello por terminado y nos juntaba a las niñas de clase una vez por semana para enseñarnos punto de cruz. Pero booms y resurgimientos de lo manual los llevamos viendo desde antes. Mi época favorita para esto fue la de los 70, en la que las hippies rescataron el granny square y muchas revistas de labores se convirtieron en un festival de fantasía multicolor. Era la moda estrafalaria que disgustaba a mayores y que llevaban a cabo chicas que ahora son nuestras madres.
En 2012 el boom cíclico de lo manual estaba en lo alto del todo. El Nómada celebraba su cuarta edición y otras ferias del estilo se celebraban en casi cualquier espacio posible en las capitales de ciudades. Algunas tiendas habían abierto y otras lo harían poco después. Una de las que salen en el mencionado artículo acogería en 2013 una de las reuniones del club. He visto en esta década en la capital como algunas tiendas han ido cerrando y como algunos grupos de tejer en público se han ido reduciendo o directamente desapareciendo. Es un poco difícil ver desde la perspectiva actual postpandémica y cortoplacista la magnitud del boom en otras épocas, especialmente si no había un gran drama mundial del que partir, pero se puede ver fácil con los datos del club.
El club en Madrid empezó siendo gestionado por una mujer que, a pesar de ser un evento mensual, en muy poco tiempo necesitó de ayuda por lo que a los pocos meses eramos cuatro las que nos dedicábamos a poner un poco de orden en todo aquello. Se celebraba una actividad mensual altruista dada por alguna de las integrantes y entre el resto se llevaban bebidas y comida y todas aportaban para la compra del material que tocara. El "pago" a las que dedicaban tres o cuatro horas de un domingo a explicar su labor al resto era la posibilidad de ir otro mes a aprender algo diferente. El grupo era relativamente abierto, sólo había que mandar un mail y entrar en el grupo de Facebook en que nos dábamos ideas. Para principios de 2013 necesitábamos alquilar un local, no cabíamos ya en tiendas ni cafeterías. Para un taller de diademas cerramos el cupo en 55 asistentes. Pocos meses después conseguimos que Matadero Madrid nos cediera un espacio en el que pudiéramos asistir cada mes, y aquello se convirtió en casa, y nosotras en un espectáculo a las familias en su paseo matutino.
Hay modas que mueren por agotamiento, otras que mueren por éxito y otras porque el ser humano es humano y de esto último aprendí mucho en el club. El club original cerró con un comunicado muy poco después de su andadura y el de Madrid le sobrevivió. En 2014 nos despedimos por las vacaciones de verano y nunca volvimos aunque los grupos que se habían formado y los proyectos que se habían creado siguieron su camino. Como os decía, el ser humano es como es, y si bien un grupo de personas que se reunían por amor al arte, al conocimiento, a compartir ese conocimiento y a poder parar un poco el ritmo de vida es algo que suena fantástico, la realidad es que sólo está hecho para unos pocos. Pasó quien tuvo necesidad de tener un púlpito, pasó quien tuvo necesidad de vender su libro, pasó quien vino solo a quejarse, pasó quien quería hacer un taller de tal cosa y nunca más volvió y pasó, en general, que el éxito mata más que da vida.
No hay una moraleja en todo esto, es una historia de cuando yo estaba recién llegada a esta ciudad, de un boom que no tenía, aparentemente, razón de ser excepto porque si miras en la historia es otro punto álgido más del ciclo. Es una historia de "no podemos tener cosas bonitas", excepto porque mientras las tienes, son bonitas al extremo. Es también una historia como otras que he contado, con no fliparnos con la causa de algunos fenómenos ni con nuestra participación en ellos. La pandemia no ha dado pie a gran cosa en lo que a artesanía en grupo se refiere, me aventuraría a pensar que, aunque hay gente aprendiendo, hay mucha más gente creando desde casa. El club tampoco inventó nada nuevo, solo cogió el testigo de décadas previas y de grupos que ya existían sin mucho bombo. Pero me gusta esta historia porque, aunque no suelo hablar de ella, creo que fue un poquito punki tener un grupo en el que se enseñaban cosas, sin ánimo de lucro, solo porque nuestro punto de unión era el amor por compartir.
P.D: He escrito esto también por una conversación que tuve ayer sobre la soledad y las conexiones y en la que salió la existencia del club. Diciembre es una época dura para muchos, entre los que me encuentro, así que ha salido del tirón justo antes de darle a enviar. Disculpad posibles erratas e incoherencias.
La soledad siempre está al acecho, por eso es importante intentar construir los muros de defensa en los momentos de bonanza, e intentar aguantar los envistes de los peores meses. Un grupo de gente con quien compartes intereses, ya sean estos u otros, son un buen muro.
Ánimo!
Encontrar gente con intereses comunes y con la generosidad suficiente para compartir su tiempo y esfuerzo con los demás es siempre complicado(sobre todo, lo segundo). Y mantenerlo en el tiempo, un imposible.
La pandemia acentuó la soledad y sirvió de acicate para la vuelta a actividades grupales, pero a la vez aupó a los medios digitales de facilitador para el contacto personal hasta medio hegemónico. Soy un poco antigua y, una vez superado el ímpetu inicial, me cuesta separar la motivación en cualquier actividad del factor humano. Y como buena xenial pertinaz que soy, me está llevando tiempo asumirlo...