Un martes cualquiera (51): La oveja y el lápiz
De la existencia de ovejas oscuras en minas de grafito
Hace un año, en los comienzos de toda esta historia, me apunté una pequeña lista en la app de notas del móvil de temas "comodín" de los que poder echar mano cuando no tuviera ideas. La intención era no usarlo en la medida de lo posible ya que rompía con la premisa de "obsesión de la semana" y he conseguido portarme bien, no la he necesitado. Sé que tengo algunas ideas ahí que revolotean la cabeza a veces, como la de escribir posts exclusivos sobre un color (derivada de los libros escritos por Michel Pastoureau), porque los colores en sí me obsesionan. Pudisteis verlo cuando escribí sobre Las vidas secretas del color (donde ya escribí sobre la existencia de la lista comodín) y como hablaba de no tener un único color favorito. Mencionaba en ese post el libro Color de Victoria Finlay que, después de un no pequeño bloqueo lector, se ha convertido en mi lectura actual.
El libro está estructurado en colores básicos, cada uno componiendo un capítulo, con su historia y, más específicamente, con el descubrimiento y/o desarrollo de alguno de los pigmentos en su tonalidad. Durante las primeras horas de lectura se produjo una de esas coincidencias que casi hacen que una se olvide del escepticismo. Investigando por Bluesky me encontré con una de esas personas a las que no has hecho mucho caso en otras redes, amiga de amigos. No mucho después aprendí, gracias a ella, de la existencia del Faber-Castell Experience. No os sorprenderá saber que ese Castell del nombre se refiere a un castillo real. Situado a las afueras de Núremberg se convirtió en una fábrica de lápices con ventanas de todos los colores que también hace las veces de museo. La empresa existe y lleva fabricando lápices desde el siglo XVIII, y el castillo tuvo su parte de importancia en los juicios de Núremberg, así que tienen mucho que contar. Todo esto se puede visitar y ahí es donde me han ganado, aunque el paso extra de conseguir un tour que no esté en alemán me haya desilusionado un poco.
El color me gusta, en su ausencia (blanco), en su mezcla (negro) o, como sucede con las imágenes del Experience y de algunas imágenes de fábricas, en su apariencia más pura. Pigmentos de todos los colores a la vez, un arco iris de polvo. Pero como una es de alma oscura me ha llamado especialmente la atención el capítulo sobre el negro. Otros colores me resultan más cercanos, como por ejemplo el rojo que se extrae de la cochinilla de mi tierra natal. Pero en el negro apareció el grafito, el negro del dibujo, no el de la pintura. Y yo puedo llegar a pintar, pero sobre todo soy dibujante. El grafito lo tengo en el ADN. De Faber-Castell utilizo los lápices de grafito para dibujo, es la marca fetiche para todo aquello que no va a ser pintado en color.
El lápiz de grafito se pudo utilizar un par de siglos antes de la existencia de la fábrica de Faber-Castell, aunque de forma muy exclusiva. Si bien el invento de colocar madera a su alrededor para poder usarlo de forma limpia se asoció a una pareja de italianos, en Núremberg ya se había realizado algún que otro intento de domar el material. Existen varias teorías acerca de dónde y cómo se descubrió el grafito en occidente, a pesar de que los aztecas llevaran siglos utilizándolo. Una de esas teorías es que se descubrió por casualidad en 1565 en Cumberland, Inglaterra, en la zona de Lake. Al principio se creía que debía ser alguna forma de plomo por lo que se le conoció como plumbago o plumbagina. Estudios posteriores han demostrado, como ya sabéis, que no existe plomo en el grafito, pero algunas versiones de su nombre siguen haciendo referencia a ese compuesto (en inglés mina y plomo se escriben igual, lead).
El uso inicial de un descubrimiento no es necesariamente el uso final que se le dará a este. Pasarían unos años hasta que se diera con la fórmula para compactar el grafito, para meterlo en un soporte de madera y para encontrar un papel adecuado para su uso. Pero ya desde el comienzo se vio que era muy útil para marcar según qué cosas y comenzaron a hacerlo con las ovejas. Quiso la casualidad que las ovejas de la zona no fueran de ese blanco que os imagináis sino que poseen pelajes oscuros entre marrón y gris salvo por sus cabezas que es donde, presumo, se las podía marcar con ese grafito. Son conocidas como Herdwicks y cualquiera diría que han nacido de la propia mina de grafito.
Y como la historia va de que yo tenga museos que visitar, en Inglaterra decidieron que, si el grafito nació ahí, entonces este debía tener su museo. En este caso la empresa responsable de su explotación es Derwent conocida casi tanto por sus gomas de borrar como por sus lápices. Como muchas de estas minas ya no están en uso, para este museo se construyó una falsa a través de la cual acceder a la exposición y a la historia del grafito en Inglaterra, o del mundo, ya que estos tuvieron un largo monopolio sobre el material. Si queréis visitar el museo, la zona y a las ovejas (tenéis una granja que ofrece visitas a sólo 40 minutos en coche del museo), os conviene saber que es uno de los lugares con mayor humedad del país. No os olvidéis de las botas de agua.
Llegados a este punto puede que alguno se pregunte lo mismo que yo: ¿si las minas históricas ya se han agotado, de dónde se extrae grafito hoy en día? En su mayoría, casi un 70%, de China, con otras minas distribuidas a lo largo del planeta. ¿Existe grafito en España? Sí, pero poco, concentrándose en la zona de Toledo, también con carácter histórico y donde se podría hacer otro museo, para mi uso y disfrute. Aunque no dejaría de ir a la de Inglaterra, porque también me gusta una buena oveja. Comprenderéis que mi gusto por el dibujo, por las lanas y por los viajes ha hecho que todas estas conexiones se me hayan metido en la cabeza y no es de descartar que alguien reciba una postal o dos desde fábricas extrañas de lugares fríos en un futuro cercano. Mientras tanto, para celebrar este post, me vuelvo a los lápices.