Son las 6 y media del domingo cuando empiezo a escribir esto, esta semana apuro el tiempo. Es aún noche cerrada, pero yo ya me he tomado un café. Tengo calor, una pila de pañuelos de papel usados en la mesa y la cabeza ligera. Estaba segura de que no ibais a tener newsletter hoy. Eso decidí en algún momento entre abrigarme más y tomarme un paracetamol que bajara la fiebre. Hace 12 horas estaba perfectamente, y ahora parece que ha sido sólo una mala noche. Más allá de una mala noche, mi relación con mi cuerpo ha sido siempre de mínimos y, salvo algunas cosas que no requieren medicación, soy una persona con suerte. Este año he visitado la consulta de mi doctora tres veces. Tuve que mirar su nombre antes de ir, porque, en los casi seis años que llevo viviendo en esta zona, no había ido a verla. ¿Qué ha cambiado? No ha sido el cuerpo, sino la cabeza.
Conocí, durante una época y hace muchos años, a alguien que sufrió un episodio de anorexia y que intentó hacer pasar por otra enfermedad. Otra en la que nadie pudiera preguntarle porqué se hacía eso. Fue una de las primeras veces en que le di vueltas a la idea del cuerpo enfermando por culpa del cerebro. Ese caso era obvio, tan lineal que tiene sentido. Pero existen muchos otros casos en los que la relación entre cabeza y cuerpo no parece tan automática. Esta persona de la que os hablo tenía una especial obsesión con este tema, y gustaba de leer libros de gurús orientales y expertos en técnicas de curación de la mente a través del cerebro. No consigo recordar si las veces que me hablaba de ello fueron antes o después de la anorexia. Yo he sido de naturaleza escéptica siempre, en casi cualquier cosa, hice la comunión por no darle un disgusto a mi madre, pero, incluso a esa edad, no tengo consciencia de haber creído nunca en Dios. Ese es sólo un ejemplo.
Así que durante muchos años me tomé muy a la ligera el hecho de que casi cualquier enfermedad tuviera "estrés" dentro de las causas. Empecé a tomarme esto algo más en serio cuando me diagnosticaron Síndrome de Intestino Irritable. Si buscáis los síntomas y las causas del SII, veréis que es de lo más variado, pero lo del estrés no es un añadido, es una de las causas principales. Con los años he notado si estaba en épocas de estrés gracias a mi intestino, que hace las veces de segundo cerebro. No ha habido, eso sí, ningún desprecio hacia la salud mental, he visitado varios psicólogos, por diferentes razones, casi desde que era niña. He aprendido a entender muy bien a mi cerebro y, en general, no creo que uno deba estar muy mal para mirarse la cabeza. Pero no le prestaba mucha atención al cuerpo, al fin y al cabo, rara vez enfermo.
Sabéis, si me habéis leído a lo largo de este año, que he tenido varios cambios de trabajo, después de 5 años en el mismo sitio. Buscaba otra cosa, sin tener muy claro qué. Y sabéis que llegué a una conclusión hace un mes, lo que quiero es tiempo. Cuando tomas una decisión, y esta se asienta en la cabeza, y todo el estrés para de repente, es habitual que el cuerpo enferme. Algo que no terminaba de entender de adolescente, pero ahora tiene todo el sentido del mundo. Este viernes fue mi último día en el trabajo, he conseguido lo del tiempo. Me encantaría deciros que la salida ha sido tranquila y he tenido una buena última semana, pero sería una gran mentira. Ayer estuve pasando el día en un evento y, como os digo, estaba perfectamente bien. Fue al poco de llegar a casa que el estrés bajó y la fiebre hizo su aparición. Ya no me extraña, y casi lo estaba esperando.
Este año, a raíz de todos esos cambios, he estado intentando cuidar de ciertas actitudes, no dejarme ir con la manera en qué como (por eso del SII) y, aunque no tenga claras ciertas cosas, manejar la forma en que llevo mi estrés. Compré hace unas semanas un fidget toy. No sé si tengo algunas de las condiciones asociadas al uso de un juguete que entretenga las manos, pero en un momento dado se convirtió en necesidad. Hablo de esto particularmente porque ha sido una de esas cosas que he hecho con cierto grado de escepticismo, creyendo que no iba a funcionar. Pero estaba equivocada, ha sido una gran decisión. Tenía, además, una cierta neura con usarlo en público, porque no tengo una explicación clara, pero ninguna persona con la que me haya cruzado estos días ha hecho ningún comentario al respecto.
Me encantaría deciros que mi relación con las "ciencias" que relacionan la enfermedad y la mente ha cambiado muchísimo, pero mi naturaleza escéptica sigue aquí. De niña iba por la rama científica y esa tendencia a dudar y desconfiar de todo no se ha ido. Y, sin embargo, ahora entiendo que el estrés y las preocupaciones de la mente pueden provocar mil situaciones. Y que lejos de caer en una espiral sin salida, uno debe aprender a entenderse a si mismo y a su cabeza. No voy a creer de repente en la reflexología podal, por citar un ejemplo, pero he aprendido a escuchar a mi cuerpo. Este cuerpo es un señor cascarrabias muy vocal y que se queja por todo, pero yo le agradezco que me hable. Al menos cuando baja la fiebre.
Como suelo decir en mi entorno cercano, en muchas ocasiones y por diversas causas "putas cabezas". Mucho ánimo en la nueva aventura, y a apaciguar ese estrés poco apoco ;)