Un martes cualquiera (42): Los ángeles de Mons y la historia que se autoescribió
Caos, leyenda y un poquito de belleza
23 de agosto de 1914, batalla de Mons, Henao, Bélgica. Las tropas británicas luchan contra los alemanes en lo que se considera la primera gran incursión británica en la I Guerra Mundial. Esta se convierte en una batalla importante, no sólo por ser la primera. No acaba muy bien para ellos, como seguramente sabrán muchos mejor que yo, que no me intereso especialmente por las guerras. ¿Qué tiene de especial la batalla de Mons? Ángeles arqueros. O arqueros fantasmales. Un soldado, rezando a San Jorge, consigue invocar a los arqueros de la batalla de Azincourt de 1415 y estos acuden en su ayuda haciendo que los británicos resistan mejor a los alemanes. Se presentan en forma angelical, blancos, translucidos e impolutos. Esto es, como imaginareis, una historia de ficción, excepto porque cuando surgió no se calificó como tal. Fue entonces cuando vino la leyenda y el caos.
Arthur Machen fue el culpable de toda esta historia. Aunque es conocido por textos sobrenaturales y fantasiosos, en aquel momento había escrito algunos textos verídicos sobre la guerra y decidió escribir otro en primera persona contando esta historia. Unas falsas memorias escritas un mes después de la batalla en las que no se indicó al lector su naturaleza ficticia. A ojos actuales podríamos pensar: “bueno, se ve claro que no es real”. Y es bastante probable que tanto el autor como el periódico pensaran lo mismo. Excepto porque después de su publicación empezaron a aparecer supuestas confirmaciones de soldados que habían estado en la batalla, surgieron los rumores y en un espacio muy breve de tiempo (para una sociedad sin Twitter) se formó lo que ahora llamaríamos un gran bulo.
No fue la intención del autor, y es aquí donde viene lo maravilloso, porque intentó por todos los medios informar de que la historia no era cierta, de que se estaban teniendo en cuenta falsos testimonios bajo un relato que sólo pretendía levantar un poco la moral patrótica. Un año después, al ver que no tenía éxito, esta y otras historias similares se publicaron en un libro con una introducción en la que explica cómo dio pie a la historia, el proceso de escritura, y en la que pide perdón por todo lo sucedido.
No sirvió de nada. La leyenda ya tenía vida propia, y el ser humano por encima de todo quiere creer, especialmente en años oscuros. El libro, que es mucho más interesante por esta introducción que por las historias en sí, se puede encontrar aquí y en versión audio aquí. Como os decía, no tengo mucho interés en lo bélico, y por lo que he leído parece que sí es una historia conocida entre los aficionados al tema. Me he topado con esta historia estos días, a raíz de una alusión en otra historia de ficción actual, 119 años después. En lo que sí tengo interés es en el ser humano como conjunto y la capacidad de histeria colectiva, de creencia grupal, y de seguir afirmando que un suceso es cierto mucho después de que se haya demostrado la mentira.
He visto, a raíz de la creación de agencias contra los bulos, muchos comentarios sobre lo innecesario que es desmitificar algunos bulos porque “se ve claramente” que son mentira. Podríais pensar que esto es así, que ahora tenemos más conocimientos, que estamos preparados para la mentira, que sabemos detectarlo todo. Pero os pido que os deis otra vuelta por internet. No hemos cambiado tanto y esto es lo que me ha hecho pensar la historia de los Ángeles de Mons, no en ellos sino en lo que representan para el ser humano.
A pesar de todo esto, no estoy a favor de las advertencias indicando que tal o cual relato es una obra de ficción, creo que así es como mejoramos nuestro espíritu crítico. Creo, por un lado, que el que una historia cobre vida propia, si bien puede ser terrible, también puede ser algo maravilloso como en este caso. Arthur Machen falleció en 1947, pero sus ángeles siguen vivos. También creo, eso sí, que el no advertir, el dejar que el lector descubra qué está leyendo o cuánta verdad hay puede dar lugar a un poco de caos, y el caos es la vida, que me gusta más de lo que suelo confesar. Al fin y al cabo, entrando en referencias culturales actuales, me temo que quien aquí escribe iría del lado de los malos. Nadie es perfecto.
Conocía a Arthur Machen por sus textos de terror, pero está historia es magnífica y, quizá, un puntito perturbadora
Es muy interesante tu reflexión sobre la verdad y la impostura. Tendemos a pensar que en estos tiempos de internet esto es una novedad, pero queda claro que la imaginación ha superado a la realidad desde hace mucho (pienso en la tan manida anécdota de Orson Welles y su retransmisión de «La guerra de los mundos»).
Este tema es apasionante y, sin duda, deberíamos aprender a ser críticos con aquello que consumimos, como bien adviertes.
Me ha encantado la newsletter. Mil gracias.
¡qué interesante esta historia! No la conocía para nada.