Un martes cualquiera (127): Inteligencia Artificial y una manzana
Cognición, imaginación y un gimnasio para el cerebro
En las últimas semanas, o meses, como habréis podido imaginar, no he pensado especialmente en los grandes problemas del mundo actual y voy a la cola de la actualidad. Nunca es preocupante para estos textos, que intentan distanciarse de quién está haciendo qué en según qué país, incluso cuando la que escribe se está enterando de todo. Esto de la actualidad es una de las razones por las que hay temas que, a nivel filosófico o social, me interesarían especialmente, pero la pátina presentista que les rodea me genera cierto rechazo y aburrimiento. La Inteligencia Artificial es uno de esos temas a los que solo he hecho caso en una pequeña vertiente, pero que tiene un componente a largo plazo que a veces sí ocupa mi cabeza.
Por la naturaleza de mi profesión, soy la que no la utiliza en su día a día en donde trabajo, pero sí me encuentro en un sector en el que su uso está instaurado al 100%. Todos mis compañeros, desarrolladores y diseñadores, la utilizan habitualmente. Desde que empezó a surgir todo esto, mi única vía de conversación en este sentido ha sido la de la Propiedad Intelectual, porque una puede dejar de trabajar en despachos de abogados, pero del derecho es muy difícil salirse. Esta ha sido mi gran preocupación, pero cada vez más y sin darme cuenta lo que más inquietud me genera es la rama cognitiva e imaginativa del problema. En esto soy una privilegiada porque la Inteligencia que elabora discursos y genera imágenes a base de ideas extrañas vive en mi cabeza desde siempre.
Tengo imaginación perfecta y una gran memoria visual, en el test de la manzana yo estoy a la izquierda del todo, y además se suma que tengo una buena capacidad verbal. Mi cabeza está constantemente, despierta y dormida, imaginando todo tipo de situaciones: si hemos quedado el martes para tomar algo, yo llegaré habiendo visto en mi cabeza muchas posibles conversaciones diferentes, lo que te has podido tomar, el sitio que hemos podido elegir, y cualquier otra cosa que puede pasar. También me he imaginado todas las cosas terribles posibles, así como todas las bonitas. No es una cuestión de ansiedad, por suerte, y cuando las cosas salen bien son infinitamente mejores de lo que imaginé, pero mi cerebro decidió desde el principio que aquí íbamos a tener un cine ininterrumpido.
Cuando los obsesos de la IA utilizan el comodín de la democratización del arte para justificar el uso de la tecnología, en muchos casos en base a material artístico utilizado sin permiso, no hablan especialmente de lo difícil que es aprender acuarela, hablan de mí, de gente como yo. Entiendo que la inmensa mayoría de la gente no va por ahí cual Dr. Strange imaginando futuros infinitos y que esta capacidad (cansada, muy cansada, pero capacidad) resulte de interés y se pueda solventar con el uso de la IA. Pero también he leído mucho sobre el cerebro humano porque, por razones algo obvias, me obsesiona desde pequeña. Incluso si nadie tiene del todo claro cómo funciona, está en la naturaleza humana intentar explicarlo todo, a pesar de que no tengamos la capacidad cognitiva suficiente para conseguirlo.
Si algo aprendes sobre el cerebro es que, en sí mismo, no es tan diferente del de cualquier otra persona, las capacidades especiales suponen una diferencia mínima en el conjunto del cuerpo humano. También aprendes que es maleable, que es educable, que se puede ejercitar. Algunos podemos tener una cierta ventaja de serie, pero si yo no ejercitara mi memoria, esta habría perdido «músculo» con los años. Si no escribiera, mi comprensión verbal estaría mermando, especialmente a medida que me acerco a los 40 años. Si no me forzara a ser un poquito más sociable de lo que soy, perdería conocimientos en lo social que me haría empeorar en las películas que me monto en la cabeza y que, a su vez, me permiten ser más natural con las personas (la extroversión aquí se trabaja). Todo esto es ejercitar el cerebro, aunque hasta ahora lo que hemos pensado que era el ejercicio de un cerebro es la cantidad de juegos y apps que se crean para personas mayores. ¿Pero y antes de llegar ahí?
Siempre ha existido quien no tiene interés en nada de esto y ha desarrollado muy poco su imaginación y su intelecto, pero no tenían a mano un cerebro artificial que les pudiera ayudar así que, de alguna manera, algo de esfuerzo realizaban. Todo esto cambia con la IA y cambia en detrimento de, como no podía ser de otra forma, los menos afortunados. Mis amigos cercanos la utilizan con bastante frecuencia, pero ninguno de ellos tiene una inteligencia media o inferior y todos son profesionales altamente competentes desde antes de que surgiera la primera versión de ChatGPT. Mis amigos no son quienes me preocupan y todos los que tienen estas capacidades están a salvo. Me preocupa quien tiene en la IA la excusa perfecta para no pensar, para no imaginar y para, sencillamente, no saber llegar a la conclusión de porqué esto es importante.
La imaginación ha estado mal vista por nuestros padres siempre, da igual la generación, porque un niño imaginativo es un adolescente que da problemas (prejuicio de padres). La inteligencia está mal vista desde que se empezó a estudiar y a desarrollar la estandarización de tests de inteligencia y los resultados no eran del gusto de todos. No soy especialmente conspiranoica y no creo que la IA se haya creado para idiotizar a la población, pero lo cierto es que está ayudando. Tampoco creo que se le pueda poner puertas a estas alturas y su uso no va a decaer, por lo que el único parche posible pasa por concienciar de que el cerebro debe ejercitarse, sobre todo si uno va a delegar parte de su cabeza en lo artificial.

Ya pensaba en todo esto cuando Gemma escribió sobre los hipotéticos gimnasios para el cerebro, al igual que sucede con los gimnasios convencionales, que existen porque ya no trabajamos con nuestro cuerpo en el campo. Un gimnasio para el cerebro no estaría tan alejado de algunas cosas que las personas como yo hacemos ya, pero se podría extrapolar a personas que aún no son conscientes de lo que puede deteriorarse un cerebro. El planteamiento de Gemma es más elaborado de lo que pienso yo cuando pienso en ejercitar el cerebro, porque hablo más de juegos y acertijos que, por otro lado, son una buena base, incluso para cuando alguien tiene un cerebro «con suerte».
Os pongo un último ejemplo: os he contado lo de mi memoria visual, esta memoria se ayuda de muchas maneras, recordando algunas situaciones aposta, consumiendo mucho producto audiovisual y, en mi caso, dibujando. Cuando me sometí al test WAIS-IV, mi resultado en Razonamiento perceptivo fue bueno, pero algo inferior a lo normal según el resto de pruebas. Esta parte del test se genera a base de varias pruebas visuales con diferentes puzles y uno, claro está, puede mejorar en puzles. El consejo de quien me lo administró fue volver al dibujo con más frecuencia y practicar con el Tangram. Cinco años después, y cinco años más vieja, estoy segura de que mejoraría esa prueba. Da igual el cerebro que uno tenga que el ejercicio siempre le vendrá bien, pero si uno no tiene capacidades especiales y cada vez se apoya más en la IA generativa, es imperativo que empiece a ejercitar. Todo lo demás es dejarse a merced de la manipulación social.
Yo por ahora me estoy librando de usarla (aunque en el FP que estoy haciendo hay profesores que son muy fans y la he visto de pasada).
Por lo demás me pasa como a ti, soy un poco como el Doctor Strange imaginando situaciones que nunca pasarán XD